
Es muy común asociar a los empresarios con personas sin escrúpulos que se enriquecen a costa de los demás. La mentalidad que tenemos a cerca del mundo empresarial está condicionada por el país en que vivimos (un país con bajo emprendimiento, escasas medidas de apoyo a los negocios por parte del gobierno y universidades destinadas a la formación de mano de obra como herencia del sistema capitalista) y por la generación a la que pertenecemos (cuyos agentes socializadores apuestan por la obtención de un título orientado a la búsqueda de un trabajo que difícilmente se encuentra en la edad adulta). Efectivamente se trata de creencias limitantes que han calado en nuestra mente repitiendo una y otra vez que «hay que estudiar para tener un oficio y ser un trabajador honrado».
Estas creencias limitan nuestra capacidad de emprender, pues, aunque lo sintamos de corazón, la cabeza nos recuerda que los empresarios son los «malos» y los trabajadores los «buenos». El tener en mente la imagen del dueño de una multinacional sentado en la cómoda silla de un lujoso despacho, no ayuda. Los emprendedores no aspiramos a eso, nuestra ambición es ser capaces de vivir de lo que nos apasiona, lo que sabemos hacer bien y para lo que somos buenos. Y esto sólo se logra siendo servicial, con vocación y muchas ganas de ayudar a los demás. Despoja tu mente de creencias que limitan tu potencial y siéntete con poder para dedicarte a lo que te hace feliz. ¿A caso hay algo más vocacional que el ser un emprendedor nato?